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Los tiroteos de Half Moon Bay y Monterey Park evidencian las carencias de los inmigrantes de la tercera edad

Los Ángeles (CA) – Situada a unos 50 kilómetros de San Francisco, Half Moon Bay es una pequeña localidad costera de California dedicada a la agricultura. Sobre sus colinas trabajan de sol a sombra campesinos latinos y asiáticos dedicados al cultivo de setas, alcachofas, coles de Bruselas o judías. Hace unos días, esta tranquila comunidad de inmigrantes ––muchos de ellos indocumentados–– se convirtió en el escenario de un tiroteo masivo que se saldó con al menos 7 muertos. El ataque llegaba días después de que las lluvias torrenciales castigaran con fuerza la región, obligaran a realizar evacuaciones y dejaran a los trabajadores del campo temporalmente sin su fuente de ingresos.


El trágico tiroteo se sumaba al perpetrado días antes en un salón de baile de la también localidad californiana de Monterey Park, que dejó una decena de muertos.


Los agresores en ambos incidentes eran inmigrantes asiáticos de la tercera edad. Sus actos hicieron florecer de nuevo el trauma que durante décadas ha marcado a las comunidades de refugiados que llegaron a este país huyendo de conflictos bélicos y guerras en Asia y otras regiones del planeta ––un trauma que, al ser invisible, ha impedido que los afectados recibieran acceso a la atención médica y al apoyo social que requerían––.


El trauma y el aislamiento: retos para los ancianos indocumentados


Lo cuenta Laura Som, que con apenas diez años aterrizó en Los Ángeles escapando del genocidio de Camboya. Ahora dirige el Centro MAYE, una organización que brinda apoyo a supervivientes de trauma, racismo sistémico y opresión situada en Long Beach, la localidad con mayor población de camboyanos de EEUU.


“Al crecer en América fui testigo del deterioro mental que sufren nuestros ancianos y comunidades debido a las guerras, la violencia extrema y el abandono por parte de las comunidades dominantes. Algunos de estos síntomas son trauma, odio, violencia, furia y depresión”, asegura Som durante un evento organizado y moderado por Sandy Close, directora ejecutiva de Ethnic Media Services (EMS).


Som explica que la gran mayoría de los miembros de su organización tienen la misma edad que las víctimas y agresores de ambos tiroteos masivos. También denuncia la falta de recursos para abordar y tratar problemas de salud mental en su comunidad, y exige medidas que regulen la posesión y el uso de las armas.


Otro de los obstáculos que Som ha podido identificar gracias a sus años al frente de MAYE es la falta de terapeutas y especialistas que estén sensibilizados y familiarizados con las culturas, idiomas y metodologías asiáticas. “En Long Beach tenemos muy pocos terapeutas que hablan camboyano”, lamenta.


Con esta visión coincide Linda Yoon, cofundadora del Colectivo Yellow Chair, un centro terapéutico situado en Manhattan Beach dirigido a la comunidad asiática. Cuenta la trabajadora social que la barrera lingüística es un gran inconveniente para garantizar la asistencia necesaria a los inmigrantes de la tercera edad procedentes de países asiáticos, algo que pudo comprobar de primera mano nada más graduarse de la universidad. “Era muy difícil encontrar a alguien que hablara el idioma”, dice.


El aislamiento, el dolor y el trauma que los ancianos asiáticos que emigraron a EEUU llevan enquistado en su interior es una preocupación que también conoce de cerca Helen Zia, activista y autora del libro The Last Boat out of Shanghai.


Su obra recoge los testimonios de inmigrantes chinos cuyas edades ahora oscilan entre los 70 y 90 años, y cuyas infancias se forjaron a golpe de guerra ––entre destrucción, tanques y bombas––. Para todos, el silencio es el denominador común.


“Nunca le conté a nadie que, de camino a la escuela, veía niños muertos en la calle y que los perros se los comían, o que presencié cómo le cortaban la cabeza a la gente, o que tenía que caminar cientos de millas sin saber si volvería a comer”, relata la escritora estadounidense de origen chino.


Según Zia, la tragedia de Monterey Park ha amplificado el temor en una comunidad que de por sí ya vive traumatizada por hechos ocurridos décadas atrás. Insiste además en que no se debería esperar a que se produzcan tiroteos masivos para compartir y visibilizar los estragos que sufren estos grupos demográficos.


“¿Por qué tiene que ser esto una noticia ahora?” reflexiona la autora. “Tienes a trabajadores del campo de 70 años viviendo en tráilers. ¿Por qué no sabemos nada de ellos?”


Varias organizaciones le tienden la mano a los afectados


Los tiroteos ocurridos en estas últimas semanas han obligado a las organizaciones e instituciones especializadas en salud mental y servicios migratorios a movilizarse rápidamente y a redoblar los esfuerzos para asistir a los afectados. Entre ellos se encuentran los Centros de Tratamiento y Psicología para Asiáticos del Pacífico, que están situados en zonas de alta población asiática en Los Ángeles, y que cuentan con servicios adaptados a las necesidades culturales y lingüísticas de estas comunidades.


“La mayoría de los ancianos que vemos de Vietnam, Camboya y Laos todavía están batallando con el trastorno de estrés postraumático 40, 50 años después de las guerras y revoluciones que les obligaron a huir como refugiados”, asegura Brett Sevilla, director médico de estos centros. “Después de ver los vídeos de los ataques a ancianos asiáticos, muchos tienen miedo a salir de casa”.


Desde la Coalición por los Derechos Humanos de los Inmigrantes (CHIRLA) también se está brindando apoyo a las comunidades afectadas. Rita Medina, subdirectora de políticas estatales y campañas, asegura que los tiroteos masivos han evidenciado las acuciantes condiciones que sufren los inmigrantes de la tercera edad, muchos de los cuales son indocumentados y continúan trabajando en su vejez para garantizarse un techo y alimentos.


“Siguen trabajando durante lo que deberían ser sus años dorados…porque tienen que hacerlo, porque no tienen acceso a beneficios vinculados con la seguridad social o una jubilación formalizada”, dice Medina.


California continúa la ampliación de Medi-Cal


En cuanto al acceso médico, California va dando pasos hacia un modelo de salud universal. Recientemente, el estado dorado amplió Medi-Cal para incluir a los adultos que tienen al menos 50 años, incluyendo a la población indocumentada. Según datos oficiales del Gobierno de Gavin Newsom, en octubre de 2022, 286.000 inmigrantes indocumentados con 50 años o más recibieron cobertura médica a través de Medi-Cal.


Concluye Medina, sin embargo, que algunas medidas necesarias para proteger a los trabajadores indocumentados de la tercera edad pasan también por una reforma migratoria a nivel federal, algo por lo que CHIRLA seguirá abogando.

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