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La población carcelaria baja en California: "Encerrar a tantas personas arruina el tejido social"

Cuando la puerta de la celda se cerró ante sus ojos color café, Michael Santos ya sabía que pasaría los próximos 45 años encerrado entre cuatro gélidas paredes en una cárcel edificada en la Atlanta del siglo XIX. Ese 11 de agosto de 1987, a los 23 años, el espíritu de este cubano condenado por tráfico de drogas se derrumbó de un plumazo.


“En ese momento, el poder del arrepentimiento me sepultó”, confesaba ante un auditorio repleto de estudiantes en la Universidad de California en Berkeley tras haber recuperado la libertad. “Las paredes se me venían encima, el techo y el suelo me iban cercando, y no sabía cómo iba a salir de ahí”.


Con más de dos décadas de vida en una inhóspita celda, Santos es hoy en día una de las voces más críticas y reconocidas del descomunal sistema penitenciario estadounidense donde cumplen condena más de dos millones de prisioneros.



En el año 2012, estas cifras auparon a Estados Unidos hasta lo más alto de la clasificación mundial en reos per cápita: 752 presos por cada 100,000 habitantes. Pero quizá, lo que muchos desconocen, es que el elevado índice de encarcelamientos también alimenta a una industria privada que se lucra del encierro masivo de la población.


El negocio de las prisiones


“Corrections Corporations of America es una compañía cuyos ingresos y beneficios aumentan cuando agarran tu dinero y lo usan para encerrar a más gente en jaulas”, advierte este cubano. “¿Realmente crees que ninguno de ellos puede contribuir a la sociedad?”


En California, donde Santos también cumplió los últimos años de condena, sólo en el año 1997 había 19,600 presos. Una década después, los centros penitenciarios del estado dorado tenían 173,000 individuos. Con dicho aumento, el gasto penitenciario creció un 436%, según un estudio de California Common Sense, que además señala que la inversión estatal en educación se redujo un 13%.


“Encarcelar a tantos seres humanos está haciendo que arruinemos el tejido social”, asevera Santos mientras recalca “tenemos un problema de reincidencia intergeneracional” porque “los niños que crecieron visitando las salas de las cárceles tienen más probabilidades de adoptar decisiones que puedan conducir al encarcelamiento”.


Según datos facilitados por Statista, en junio de 2014, la población de prisioneros per cápita se había reducido a 707 por cada 100,000 habitantes, desplazando a Estados Unidos al segundo lugar del ránking mundial por detrás de Seychelles.


Proposición 47


El estado dorado comenzaba este año con datos algo más alentadores tras la aprobación en noviembre del año pasado de la Proposición 47, que reduce la gravedad y las penas para algunos delitos sin violencia.


Los beneficios de esta medida secundada por el electorado se propagaron rápidamente por el sistema penitenciario más amplio del país, el Condado de Los Ángeles, donde el número de prisioneros descendía un 17% y más de 3,000 personas quedaban en libertad.


Para Santos, sin embargo, estas cifras siguen siendo una prueba indiscutible de que la cultura del fracaso está institucionalizada e insta a que se realice un replanteamiento que permita la reinserción social del preso.


“Debemos crear mecanismos dentro del sistema de prisiones que garanticen que aquellos que regresan a la sociedad tienen un buen plan de acción”, asegura el exreo.


Fue precisamente la falta de un programa de reinserción social la que, según sostiene el cubano, impidió que sus compañeros de prisión se dejaran seducir por las ideas de los grandes pensadores de la humanidad como Sócrates, Mahatma Gandhi o Nelson Mandela. Así que, mientras Santos diseñaba su plan de futuro, sus compañeros sucumbían ante un sistema que no estaba concebido para ayudarles.


El duro encierro


En la soledad de su encierro, atrapado entre rejas de acero y con el espíritu doblegado ante los impenetrables muros penitenciarios, Santos alivió su aturdimiento volcándose en las páginas de un libro que narraba la vida del filósofo griego Sócrates. El cubano recorrió una a una las páginas de la obra, meditó y buscó sabiduría en cada palabra, hasta que finalmente, en ese encuentro con los pensamientos que emanaban del texto, supo reconocer qué valores le habían faltado para haber evitado la cárcel — esos valores que sus compañeros jamás descubrieron.


“Me siento avergonzado y humillado por las malas decisiones que tomé en mi juventud”, relata un hombre que, tras empaparse del conocimiento legado por filósofos e historiadores, entendió que debía buscar el camino para “reconciliarse con mi familia y la comunidad”.


“Ajustando mis valores y mis objetivos tenía la esperanza de redimirme a los ojos de toda la gente a la que decepcioné”, asegura a 20minutos. “Quería probar que era merecedor de otra oportunidad para vivir en sociedad como un ciudadano que respeta la ley y que contribuye a ésta”.


Con el espíritu resquebrajado, Santos emprendió un arduo camino en prisión: el de cambiar una narrativa construida durante casi dos años a base de oscuras decisiones, y que conduciría a una asombrosa metamorfosis cuyos resultados se observan en el hombre de más de 50 años que es en la actualidad.


La excepcional gesta del cubano es la inspiración de muchos y a la vez el desconsuelo de millones prisioneros por todo el país. Y es que su trayectoria demuestra las abismales dificultades que encaran los reos para reformarse y volver a contribuir a la sociedad. Él salió triunfante; la mayoría fracasa.


Posgrado en la cárcel


A los 31 años y tras casi una década de cárcel, Santos ya tenía en su haber una licenciatura y un postgrado, y estaba listo para iniciar sus estudios de doctorado. Pero la censura penitenciaria le frenó en seco.


“Tienes ahora más educación que los trabajadores de la cárcel. No estamos aquí para educarte. Estamos aquí para encarcelarte”, escuchó decir a uno de sus supervisores mientras él meditaba qué haría durante los próximos 17 años de condena que le restaban.


Las ideas no tardaron en brotarle de su mente inquieta. Documentaría y retrataría en varios libros sus vivencias y las de sus compañeros, denunciando la enorme inversión que se realiza en perpetuar “la cultura del fracaso”.


Las obras, convertidas ya en trabajos de referencia sobre el sistema penitenciario estadounidense en centros académicos del país, evidencian las condiciones paupérrimas que sufren los más de dos millones de prisioneros que cumplen condena en cárceles de Estados Unidos.


De nuevo en libertad


Finalmente, con el pelo encanecido y arrugas en su rostro moreno, el 13 de agosto de 2012, 26 años después de su entrada en prisión, los pies de Santos retomaron el sendero de la libertad.


Inspirándose en las palabras de Gandhi, el exnarcotraficante se había convertido ya en “el cambio que quieres ver en el mundo”. Este momento memorable suponía la culminación de décadas de trabajo para un hombre que supo contrarrestar y transcender la potente maquinaria penitenciaria de la primera potencia mundial.


“Traje el mundo exterior a mi vida”, dice en referencia a su esposa Carole, con quien se casó cuando aún le faltaban diez años de condena y con quien lleva una vida sencilla en Petaluma, California.


Desde su casa, con bolígrafo y cuaderno en mano, Santos continúa escribiendo historias que retratan el fracaso del espíritu humano, una pasión que compagina con su trabajo como profesor universitario y consultor sobre el sistema penitenciario.


Pero la hazaña de este hombre de voluntad de hierro no se completará hasta el año 2032, cuando un agente federal de libertad condicional deje de seguir la estela de sus pasos.


“A pesar de las decisiones del pasado o de las circunstancias actuales, todos podemos perseguir de manera deliberada un camino y prepararnos para una mejor vida”, reflexiona.


Publicado originalmente en 20 Minutos.


Por Aitana Vargas

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