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El niño que fue acusado de matar a un agente de la DEA en Honduras

Sin libertad de expresión, en medio del plomo, un niño se convertirá en un monstruo. A medida que crece, puede convertirse en político, policía, empresario o quizás en asesino...


Por Itsmania Platero (copublicado por Los Ángeles Press)


Honduras – La palabra "Renaciendo" se convirtió en una fachada para justificar grandes cantidades de dinero provenientes de la comunidad internacional, destinado a ser utilizado en el desarrollo de niños condenados y desprotegidos por falta de sensibilidad humana.


No hay testimonios de hombres que hayan sido buenos al salir de Renaciendo. Crecieron sin una figura que los inspire, pues su descomposición resulta en lucro para el Estado, la policía, el político, el delincuente y, por qué no decirlo, las ONGs e iglesias que los usan como "carne de cañón" para sobrevivir.


Me refiero a Renaciendo, creado por la Junta Nacional de Bienestar Social con el nombre de Complejo Pedagógico Renaciendo, “entendiendo la pedagogía como el arte de enseñar”, donde los niños infractores de la ley y los considerados en riesgo social podrían encontrar un lugar que les brindara educación y seguridad. Sin embargo, las condiciones del centro lo convirtieron en el centro de torturas más grande de la historia. Muchos directores pasaron por allí y ninguno logró mejorar la calidad humana de los pequeños hondureños. El centro no cumple con los requisitos impuestos por las Naciones Unidas en cuanto a las “Normas Mínimas de Tratamiento” que permitan a los “condenados” incorporarse a una vida social segura y productiva.


Nunca olvidaré a Erlan Colindres, utilizado como estrella para vender noticias. El pequeño, esposado de pies y manos durante el día, dormía sobre una plancha de cemento y permanecía encadenado de una pierna en los barrotes de una prisión de 1 X 1/2 metro. La corrupción de las instituciones del Estado de  Honduras encargadas de velar por la niñez lo exhibía al mundo entero.


Reportes de la prensa hondureña relatan que:



“Sólo tienen 13 años. Ambos, el cabecilla y el guardaespaldas, ya están acusados de asesinar a Michael Timothy Markey, un agente de la Oficina Antidrogas de Estados Unidos (DEA). Markey, de 44 años, fue asesinado a tiros cuando visitaba como turista un templo religioso de la aldea, a 12 kilómetros al este de Tegucigalpa. Allí está la Virgen de Suyapa, patrona católica de Honduras.


Luego de que fuera preso de un asalto en Honduras, informaron fuentes oficiales. El agente murió desangrado en el hospital. Las mismas fuentes indicaron que no hay duda de que Erlan Fabricio Colindres, quien ha sido capturado ya en tres ocasiones, y Manuel Romero son los culpables y son “delincuentes altamente peligrosos”, lo cual se refuerza con la declaración de algunos testigos que los identifican plenamente.


Según la policía, Colindres vivía en una casa de madera en El Infiernito, conocido así porque allí residen numerosos niños de bandas callejeras que frecuentemente asesinan y asaltan a transeúntes y vecinos. Además, era distribuidor de drogas. La policía arrestó a Colindres y a su guardaespaldas Manuel Romero, también de 13 años, alias “El Siniestro”, quien ha sido capturado tres veces por asesinato y ha huido de las correccionales estatales en tres años.


Un informe policial detalla que días después Colindres se había fugado. Escapó un viernes del Centro Renacimiento del Instituto Hondureño de la Niñez y la Familia (IHNFA), a unos 25 kilómetros al norte de Tegucigalpa, donde estaba recluido desde el 8 de agosto, tras fugarse por primera vez después de haber sido capturado el 30 de julio.


Colindres y otros menores eran víctimas de las torturas más crueles, inhumanas y degradantes. Este acto de crueldad llegó a ocupar por meses las primeras planas de los medios de comunicación. Al final, después de su condena y de ser expuesto al juicio popular, nunca se publicó que “ERA INOCENTE”; él no cometió ese crimen.


Siete años después, Colindres, alias ahora “El Chorizo”, estaba recluido en el presidio de Comayagua, donde murió calcinado en uno de los incendios carcelarios de mayor magnitud registrados en América Latina.


Por décadas, esta barbarie evidencia que no se han destinado fondos para reforzar políticas preventivas, de rehabilitación y reinserción social que caminen de la mano con las acciones represivas de los órganos policiales, necesarias para combatir la criminalidad. Tampoco se ha aportado en campañas disuasivas manejadas inteligentemente por los medios de comunicación, importantes para llevar a todos los confines del mundo la necesidad de hacer algo por salvar vidas y evitar que los índices de criminalidad suban aceleradamente.


El resultado de las políticas represivas es la sobrepoblación en los centros de privación de libertad y un aumento desmedido en el consumo de alcohol y otras drogas, sin ningún control por parte de las autoridades responsables.


Ante esta situación, es urgente que los organismos cooperantes hagan una rendición de cuentas y un interventor que fiscalice el uso de los fondos empleados para la niñez hondureña, así como inspeccionar los centros que los albergan, ya sean públicos o privados. Ahí es donde se inician las tragedias que ahora vivimos.


“Un oficial experto en investigación detalla: cuando se captura a un niño se le pregunta por su madre, ‘no tiene’, su padre ‘no lo conoce’. Solo tiene abuela; sus padres son las pandillas que han logrado sustituir el vacío en que viven. Da lástima escuchar esas historias de cientos de niños que logramos detener, para nada, porque el juez los vuelve a la calle sin ninguna esperanza".


Renacer es tener una nueva y buena oportunidad para cambiar, es abandonar un estilo de vida y comenzar otro… - A.C.R.

 

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